Introducción

Estoy convencido de que la gente aún no es consciente de la gravedad del Cambio Climático; y es que se les dice que ese cambio, va a subir el nivel del mar 70 cm, como consecuencia del deshielo de los casquetes polares, y la gente piensa, “¿Y qué?”. La mayoría de la población mundial vive lejos de la costa y lo que pase allí les importa un rábano. “Que se muden hacia el interior”; seguro que añadirían.

Y es que los meteorólogos y los climatólogos responsables de estudiar los cambios en el clima, no creo que tengan mucha idea de cómo éste puede afectar a la humanidad.

Hace unos años, me puse en contacto con el Profesor Bermudez de Castro, Codirector de la Fundación Atapuerca, para preguntarle sobre la relación que había entre la extinción de los homínidos antepasados del Homo Sapiens (neandertales, hábilis, erectus, antecesor, etc.) y las glaciaciones (cambios climáticos del pasado, de origen natural); y me respondió: “Todos, absolutamente todos, los homínidos antepasados del hombre, se extinguieron por cambios climáticos”.

Ninguno se extinguió por meteoritos caídos del espacio, por ataques de otros animales, etc. Todos extinguidos por cambios en el clima. No se sabe si fue por el frio, porque subiera el nivel del mar, por inundaciones, por sequías, por desaparición de alimentos, por aparición de nuevas enfermedades, o por todo junto; lo que se sabe es que se extinguieron. Y eso, a pesar de que estos homínidos eran los seres más inteligentes de su tiempo. Su inteligencia no les salvó.

Pero, ¿por qué los homínidos son tan sensibles a los cambios en el clima? Por lo que podríamos llamar su “ciclo generacional”; o sea, por el tiempo de duración de una generación, que en los humanos ronda los 25 años de media mientras que en los peros y similares es de un año, en los gatos medio año y en las ratas 3 meses. Es decir; que en el tiempo que dura una generación humana (25 años) los perros tienen 25 generaciones (hijos, nietos, bisnietos, tataranietos… hasta 25) los gatos 50 y las ratas 100.

Los humanos tenemos unas generaciones tan largas porque basamos nuestra supervivencia en nuestra inteligencia, en nuestros conocimientos; y necesitamos tiempo para acumular ese conocimiento; por eso el periodo de infancia en el humano puede llegar de 15 años en los países pobres, a los 30 en los países desarrollados. Esto nos da un enorme poder; incluso para poner en peligro la vida en nuestro propio planeta; pero siempre que las condiciones ambientales sean estables; pero si las condiciones ambientales cambian, por ejemplo con un cambio en el clima, ese tiempo generacional se convierte en un obstáculo para seguir sobreviviendo. Por ejemplo:

Supongamos que viene una glaciación y en el tiempo de 50 años la temperatura media del planeta cae 20ºC; un perro tiene 50 generaciones, 50 pasos en los que poco a poco se irían adaptando a esa bajada de temperatura.

Por el mecanismo de selección natural de Darwin el proceso sería: en la primera generación que sufriese ese inicio de bajada de temperatura, sobrevivirían al frio los perros con más pelo, trasladándole esa característica a la segunda generación. Seguiría bajando la temperatura y sobreviviendo los que tuviesen más pelo de esta segunda generación, trasmitiéndole esa característica a la tercera… así hasta que la 50 ya estaría absolutamente adaptada a esa bajada de 20ºC

Los humanos, tendrían que hacer ese proceso en solo dos generaciones; o sea, que o los nietos salen peludos o todos muertos de frio.

Y el ejemplo puesto con el frío, podría hacerse con el calor, con la sequía, con la falta de alimentos, con las enfermedades o con lo que quiera que pase en ese cambio brusco ambiental.

Siendo niño, al enterarme que estamos en un periodo interglaciar, pregunté a los profesores el tiempo que tardaría en llegar la próxima glaciación. Al decirme que de 30.000 a 100.000 años, me despreocupé del asunto. ¡Quién sabe dónde estaría yo y mis descendientes para entonces! Lo que no me podía imaginar es que fuese el propio humano el que provocase, precisamente, la única cosa que puede hacerle desaparecer del planeta.

La última vez que hubo un cambio climático en el planeta fue hace unos 11.000 años, cuando terminó la última glaciación. Los efectos, al tratarse de un aumento de temperatura hasta la actual y agradable temperatura media de que disfrutamos en la Tierra de 15ºC, no parece que fueran muy graves; pero sí lo suficiente como para que quedasen reflejadas en la Biblia como “El Diluvio Universal” que, al parecer y que se sepa, hizo morir ahogados a una gran parte de la población que vivía en las orillas del actual Mar Negro.

La vez anterior, fue mucho peor, porque nuestra especie estuvo a punto de extinguirse. En el lugar que hoy ocupa el lago Toba, en le isla de Sumatra, hace 75.000 años, había un enorme volcán que entro en erupción de forma explosiva. Saltó por los aires y el cráter que dejó es el que actualmente y lleno de agua forma el lago Toba. La explosión cubrió de cenizas la atmósfera terrestre, bloqueando la entrada del sol y provocando un invierno que duró unos 6 años. Esto afectó a todo el planeta y se calcula que la población humana cayó a tan solo unos 5.000 individuos; también se sabe que afectó a los guepardos que también estuvieron a punto de desaparecer. El efecto (llamado “cuello de botella”) sobre los humanos y los guepardo se sabe porque analizando los genes de muchos y diversos individuos, se sabe que todos descendemos de una pequeña población que vivió unos 75.000 años atrás coincidiendo con la explosión del volcán Toba. 5000 personas en todo el planeta; lo que cabe en octava parte del estadio José Rico Pérez de Alicante.

¿Qué se puede hacer para evitar los efectos del cambio climático?

Los ecologistas plantean cambiar nuestro sistema productivo basado en consumir recursos como si fueran infinitos y generar residuos. Hay que concienciar, reducir y establecer un sistema circular, donde los residuos vuelvan a entrar en sistema productivo. Es la única opción, según dicen. Pero yo soy un ecologista raro y discrepo. Y discrepo no en la solución que creo también que es factible y la que defiendo (porque no queda otra). Discrepo en que sea LA ÚNICA.

Tenía yo unos 18 años, cuando entró en clase un profesor y nos dijo: “Como sabéis, soy corredor de rallies y basado en mi experiencia quiero que aprendáis lo siguiente: Cuando vayáis a chochar de frente con otro vehículo, ¡no se os ocurra tocar el freno! En un choque frontal muere quien va más despacio. Tenéis que acelerar y que se muera el otro”. Aunque nuestro instinto nos lleva a frenar para salvarnos, nosotros y el de enfrente, en un choque frontal, hay gente; poca, pero la hay, que platea matar al de enfrente para salvarse ellos. Yo las llamaría “bolsonaros” (en honor del presidente de Brasil).

Hace unos días, el dirigente de Equo, Juanxo López de Uralde, durante una conferencia organizada por Podemos, se preguntaba: “¿Cómo es posible que, cuanto más evidente se hacen los efectos del Cambio Climático, dirigentes como Bolsonaro (que está quemando la selva amazónica), Donald Trump, etc, en vez de tomar medidas correctoras, parecen que están acelerando el proceso?. Mi respuesta es que, aunque mis colegas ecologistas se empeñen en decir que solo hay una salida: el cambio de modelo productivo, la verdad es que hay dos salidas y la otra es la que están poniendo en marcha los que aceleran el cambio climático.

La segunda salida: La guerra contra los zombis

En agosto de 2018, Douglas Rushkoff escribía un artículo llamado “La supervivencia de los más ricos y como traman abandonar el barco”, en el que decía que había sido invitado por a dar una conferencia, por un grupo de millonarios que tenían más interés en hacerle preguntas que en el contenido de la conferencia. Las preguntas eran del tipo: ¿Cómo puedo hacer para salvarme del desastre?, ¿dónde puedo ir para ponerme a salvo?, ¿debo construirme un bunker subterráneo?, si cae la economía mundial ¿cómo salvo mi dinero?, ¿cómo me defiendo de las hordas de pobres que quieran quitarme lo que tengo?, ¿cómo hago para que mis guardaespaldas no se revelen contra mí?, ¿compro robots?, ¿vallas electrificadas?

Mientras que los ecologistas plantean una solución para salvar a toda la humanidad, con lo del cambio de modelo productivo, hay gente que solo se plantea reunir la mayor cantidad de dinero posible para salvarse ellos; ya sea comprando billetes que te lleve a un nuevo planeta, comprando las tierras que no queden sumergidas por el mar o refugiándose en bunkers.

Alguno puede pensar que esto es una exageración; pero ya hay muestras de que van en ese sentido:

  1. Cuando cayó la Unión Soviética, todo el mundo pensaba que los norteamericanos desmantelarían las bases militares que tienen distribuidas por todo el mundo; pero no, ¿qué hacen esas bases militares? Pues no puede ser otra cosa que asegurarse que los últimos recursos del planeta caigan en manos de los Estados Unidos. Si se utilizan los más potentes ordenadores del mundo para averiguar cómo afectará el cambio climático, ¿por qué no utilizarlos para estudiar cómo afectará la escasez de recursos?
  2. Los primeros recursos que están dando muestras de agotamiento son los recursos fósiles: petróleo, gas y carbón. Y precisamente los países que los tienen, se encuentran inmersos en conflictos bélicos en las que un de las potencias intervinientes son los Estados Unidos.

Resulta curioso que las empresas privadas que controlan la industrial del petróleo en los Estados Unidos, se valen del ejército norteamericano, pagado con dinero público, para conseguir el petróleo de países terceros. Y lo mismo hacen cuando utilizan a la CIA para desestabilizar gobiernos que se niegan a privatizar el petróleo, como pasa con Venezuela.

  1. Los primeros bunkers ya existen. ¿Qué son, si no, los muros situados en la frontera entre Estados Unidos y México o las alambradas que hay en Ceuta y Melilla? Ya estamos viendo las “hordas” de pobres sudamericanos colándose por el muro que Donald Trump quiere reforzar y las “hordas” de pobres africanos asaltando la valla de Melilla o tratando de cruzar el Mediterráneo para “invadir” los territorios de los ricos.

Ahora, los bunkers tienen el tamaño de los Estados Unidos y de Europa; pero conforme se vayan agotando los recursos, esos bunkers serán cada vez menores; hasta que solo alberguen a los últimos “5.000 humanos” que se tienen que salvar de esta crisis ambiental y el resto, la mayoría nos quedaremos fuera.

Ya solo quedará el despersonalizar a los que no hayan conseguido ser uno de los “5.000” más ricos, para poder aniquilarlos como si se tratara de una película distópica de zombis.

En resumen, el futuro que nos queda solo tiene dos caminos:

  • El cambio del modelo productivo, reduciendo el consumo y haciendo una economía circular, que permita seguir viviendo todos; aunque sea con menos, o sea, la propuesta ecologista.
  • El “sálvese quien pueda”, el “o nosotros o los zombis” que parece han puesto en marcha los que más posibilidades tienen de estar entre los más ricos.

 

Paco Cuéllar. Proyecto Gran Simio.