Nuevo Rumbo. Pedro Pozas. Proyecto Gran Simio
Toda una cadena de acontecimientos se ha producido solo en un año, con graves consecuencias en todo el planeta, comenzando al finalizar el año 2019 en el fracaso absoluto de la COP 25 celebrada en Madrid donde los países del mundo mostraron una vez más la ineptitud de llegar a acuerdos que pudieran beneficiar a la sociedad humana en general de cara al cambio climático producido por el hombre.
A principios de 2020 China ponía en cuarentena a 20 millones de personas en la población de Wuhan a consecuencia de un virus que aun a día de hoy no se sabe la procedencia del mismo. Independientemente de la polémica existente de si ha sido natural debido a la destrucción de la naturaleza o un escape de un laboratorio de alta de seguridad, lo que es cierto es que ha originado miles de muertos, muchos de los cuales por la mala gestión de los propios políticos en las gestiones sanitarias y de emergencia. Mientras esto ocurría en Wuhan, en Murcia capital, el transporte durante unos días fue gratuito debido a la alta contaminación de la ciudad. En Turquía, un terremoto escala 6,5 grados producía más de 100 muertos y 1.000 heridos, mientras que las inundaciones masivas en Brasil ocasionaban corrimientos de tierra, destrucción de casas junto al río quedando un centenar de localidades aisladas con más de 50 muertos. También se producía un terremoto de 7,7 en Jamaica sin saber los muertos que ocasionó debido a su alta potencia. El 30 de enero de 2020, la langosta del desierto destruía las cosechas en el cuerno de África y se producía hambrunas en Etíopia, Kenya y Somalia.
Las malas noticias siguieron produciéndose de forma alarmante. En Canadá se originan grandes nevadas jamás vistas, sepultando literalmente a pueblos enteros bajo la nieve. En Australia más de 17 millones de hectáreas se queman debido a las altas temperaturas quedando millones de animales muertos abrasados por los incendios constantes y cientos de casas calcinadas. El temporal Gloria ocasiona 12 muertos en España siendo la zona cero el litoral mediterráneo decretándose la alerta roja. Playas destruidas y paseos marítimos quedan destrozados así como muchas casas que se encontraban en primera línea. El Delta del Ebro es inundado por el mar adentrándose 3 kilómetros tierra adentro ocasionando graves pérdidas económicas, mientras que se originan vientos huracanados, nieve, lluvia y borrascas afectando sobre todo a Javea y Denia. En Filipinas un volcán en erupción hace que se tenga que evacuar a 60.000 personas.
Ya en febrero, la súper borrasca Ciara, cierra el norte de Europa, causando destrozos e inundaciones de buena de parte de los países. En Alemania se decreta la emergencia. Numerosos aeropuertos europeos cancelan salidas y entradas de sus aviones por el fuerte viento existente. Miles de personas quedan atrapadas en los terminales y se producen los primeros muertos por el temporal. En el cuerno de África las hambrunas continúan y la langosta devasta extensos cultivos en Etiopia, Kenya, Eritrea, Somalia y Djibout. Siguen las inundaciones masivas en Brasil y la Unión Europea abre 80 expedientes contra España por consentir vertidos ilegales, multas que no son pagadas por los políticos responsables sino por los ciudadanos ajenos a las malas políticas medioambientales de nuestro país, existiendo más de 1.500 vertederos ilegales señalados sin que se haga nada por evitarlo. El vendaval Ciara llega al norte de España causando daños en paseos marítimos y entrando el mar en calles cercanas a la costa como en Luarca. En Canadá, los pueblos indígenas se alzan paralizando medio país, tomando los alrededores del parlamento, el puerto y otras vías principales debido a la construcción de un gaseoducto que pasa por tierras indígenas sin ser consultados.
Pero si esto fuera poco, a mediados de febrero un nuevo vendaval llamado Dennis causa enormes olas en Estados Unidos y lo nunca visto, la Antártida supera los 20 grados, temperatura jamás registrada en esas latitudes. Las poblaciones de pingüinos barbije disminuyen en un 77% en el último medio siglo. Dannis provoca inundaciones en muchas ciudades de Reino Unido. El 22 de febrero Italia confina a 12 municipios por el virus Cobid-19 y en Canarias se suspende el carnaval por la Calima y vientos huracanados de 120 km./h que trae arena del desierto de África y las autoridades recomiendan no salir en todas las islas Canarias y permanecer en las casas, cerrándose los aeropuertos, siendo la calima más brutal jamás registrada. En Venecia se suspenden los carnavales pero por otra causa, el Covid-19 donde en Italia se registran cientos de muertos y es el aviso de lo que nos vino a España.
Así comenzó un año donde el confinamiento y miles muertos estaban por llegar y declarar la Pandemia mundial. Los dos polos de la Tierra pierden seis veces más hielo que hace 30 años y Naciones Unidas advierte que los impactos del cambio climático se están incrementando.
El hombre ha dado la espalda a la naturaleza. Sus consecuencias son evidentes y solo he señalado algunas de ellas. En 2021 Filomena sigue advirtiendo a los humanos con la caída de nieve que ha dejado una Comunidad de Madrid totalmente aislada y unas heladas nocturnas donde posiblemente tardaremos tiempo en recuperar la normalidad. Un nuevo terremoto sacude Indonesia con más de 78 muertos y decenas de desaparecidos en la Isla Célebes y las graves inundaciones de mediados de enero de este año producen 39.549 desplazados y cientos de personas muertas y decenas decenas de desaparecidos. Las lluvias y las mareas altas han causado múltiples deslizamientos e inundaciones en gran parte del país, con un archipiélago de 17.000 islas. En Madrid, la alta contaminación a pesar de estar las calles intransitables por la nieve, obliga a decretar el Ayuntamiento la Alerta y en los próximos días el transporte público será gratuito. ¿Qué no seguirá deparando este año? No somos conscientes de que algunos de los hechos relatados al principio son el preludio del abismo a que se avecina por no querer cambiar nuestras políticas en el respeto a la naturaleza, en la protección de la biodiversidad de nuestro planeta y la protección de nuestro medio ambiente. Las políticas existentes en todo el mundo siguen avanzando en beneficio de multinacionales que arrasan sin control los recursos naturales creyendo que por hacerlo a terceros países, no va a repercutir a todo el mundo. El clima no conoce las fronteras puestas por los humanos. La destrucción de los bosques y las talas abusivas producen alteraciones de los vientos y el clima ocasionando desastres como los que estamos viviendo a espaldas de la advertencia que la Tierra nos está dando.
Cuando estuve presente en la Cop 25 como Observador de la Sociedad Civil nombrado por la Secretaría de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, lo que vi y escuché, fue una verdadera vergüenza. La zona azul reservada con pase especial, era una feria donde cada país con sus stands vendía lo suyo propio, repartiendo suvenires y celebrando fiestas y bailes. No parecía un congreso serio, sino un mercadillo donde sólo en las sesiones se decidían o mejor dicho, se discutía sin ponerse de acuerdo de cómo parar el cambio climático. Un despliegue de delegaciones exageradas de los países, más de 20.000 personas, que no sirvió para nada, mientras que en la calle, acciones de Greenpeace o concentraciones de pueblos indígenas culpabilizaban a los políticos y sus delegaciones de estar contra la propia Tierra y ser responsables de lo que ahora estamos viviendo y lo que nos queda por vivir.
De esta forma, estamos evocados irremediablemente a sufrir unas consecuencias gravísimas por nuestra dejadez e irresponsabilidad a la hora de proteger nuestra propia casa. Los gobernantes no ven más allá de su legislatura y los dictadores solo se miran a su bolsillo. Y mientras, las poblaciones sufren éxodos jamás registrados y cada vez serán más cruentos y difíciles de superar.
Debe existir un cambio total y radical de nuestro comportamiento, un cambio radical de leyes y prohibiciones, un cambio esencial en el comportamiento de las multinacionales, un cambio primordial en la protección y cuidado del medio natural en toda su extensión. Será la única forma en la que podamos salir algo airosos de este agujero en el que hemos querido entrar. Pero a pesar de todas las evidencias científicas y visuales, de todas las advertencias de la ciencia y de los movimientos ecologistas, el poder económico y de las multinacionales siguen arrasando sin control unos recursos que son finitos, contaminando las aguas, esquilmando los recursos hídricos esenciales para la vida y mostrando la ignorancia premeditada que puede convertirse si no lo es ya, en un genocidio, en un crimen de lesa humanidad.
Debemos como última esperanza aunar esfuerzos y llevar la naturaleza olvidada a los colegios, a los institutos con asignaturas esenciales del respeto y el conocimiento a la vida en todas sus direcciones. Llegar a las universidades, romper esquemas que muchas veces están enquistados por el propio sistema o por profesores sumergidos en su mundo y que se dirija la enseñanza a las mujeres y hombres que serán responsables del mañana, enseñanzas indispensables de aunar sinergias con la naturaleza, en la que Tierra nos muestra su evolución al equilibrio de la vida. Es de importancia formar un corredor biológico mundial que abarque todos los ecosistemas, uniendo las zonas protegidas, en una biodiversidad planetaria que abarque las selvas tropicales, los bosques boreales, el ártico y la Antártida, los océanos y la existencia misma de lo natural adentrándose en nuestro corazón.
Hoy existe suficiente tecnología para poder parar la maquinaria de la destrucción de nuestro entorno. Lo único que falta es la voluntad política de querer hacerlo y parar primordialmente la ambición de los responsables de las multinacionales. Igual que el mundo ha parado de forma fulminante ante una pandemia mundial, debemos parar igualmente la masacre que estamos realizando a los ecosistemas del planeta que sostienen el equilibrio de lo vivo.
Ya lo dijo Jesús Mosterín, un gran defensor del medio ambiente y animalista que hace años nos dejó: “En nuestras manos está asumir nuestro papel de guardianes lúcidos de la biosfera, o abdicar de nuestra responsabilidad y asistir como testigos borrachos al desastre que nosotros mismos estamos provocando”.
Nuestro camino lo elegimos nosotros. El rumbo que hemos tomado no es el correcto, nos vamos a estrellar contra un acantilado que hará astillas la coraza de nuestro ego. Queda pocos segundos para virar todo lo que podamos, hacia la estela de la vida que nos dará luz y esperanza. En la nueva carta de navegación debe figurar un cambio en nuestros hábitos y remplazar las velas desgastadas, por la razón, la empatía y el amor de un mundo unido por lo natural.
Pedro Pozas Terrados